martes, 12 de mayo de 2015

12.05.2015

Me dijo que era triste ver como todos de a poco iban desistiendo.
Me dijo que algunas noches gritaba más fuerte.
Le pregunté quién esperaba que lo escuchara
se quedó callado un rato y me dijo que no sabía.
Se fue a su casa. Me quedé pensando y la noche entristeció.

Me dijo que a veces lo extrañaba,
que cuando lo creía ya desaparecido volvía a aparecérsele algunas noches.
Pero a la mañana siguiente volvía a la vida normal.

Me dijo que se veía solo todo el tiempo, me contó de sus largos viajes en la línea A,
de como veía pasar gente rara, y personas paseando tan solas como él,
que lo alegraba pero luego la melancolía retornaba.
En el colectivo, en las oficinas, en los colegios, en Santa Fe y Callao, en cada pasaje de la ciudad.

Dijo que un poco de él se encontraba en todos nosotros,
y que hasta las paces con nosotros mismos, y con nuestro ayer, no fueran hechas, él seguiría preso
de cada porteño que alguna vez vagó por la ciudad.



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